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ENCUENTROS
- ¿Por qué no te has
ido con él? – me pregunta Norh.
- Prefiero quedarme
aquí, contigo.
- Hijo, no pierdas más
cosas por culpa de alguien que no vale nada.
- Pero padre, sabes que
no es verdad, vales mucho. Me salvaste hace unos días de morir de hambre.
- Sí, pero lo hice por
haberte abandonado cuando naciste. Quiero dejar una huella en la historia, y
hasta ahora no había dejado ninguna.
- ¿Por qué es tan
importante para ti tener tu propia historia?
- ¿Sabes? La vida es un
libro, y, aunque siempre puedes volver para atrás recordando, pero quedan
páginas por escribir, y llegará un momento en el que haya que poner Fin, pero
entonces la historia de tu vida estará registrada, y la gente la leerá,
usándola para complementar la suya, para fijarse. Y eso es lo que quiero, que
la gente me recuerde como alguien que hizo algo por ayudar, no por el cobarde
que abandonó a sus hijos.
Me quedo sin palabras,
desde que era pequeño, al menos lo que estuve con él, nunca le había oído decir
dos palabras seguidas sin titubear por causa del alcohol.
- Padre, la historia te
recordará, no como el hombre que eras, sino como el hombre que ayudó a terminar
con el reinado de Arak. Gracias.
- ¿Gracias? ¿Por qué?
- Por haber estado ahí
en algún momento.
- Hijo, te quiero.
Ahora, corre, coge a Eolo y ve a por tu hermano.
Abrazo a mi padre como
nunca lo había hecho y corro a las caballerizas, que se encuentran al final de
la calle, busco a un caballo negro como la noche. Le encuentro en una esquina,
esperando a ser ensillado. Nunca he conocido a un caballo tan inteligente. Le
pongo la silla, me monto y le susurro unas palabras. Eolo relincha y empieza a
galopar. Cuando salimos de la ciudad, una ráfaga de aire casi me tira del
caballo, pero consigo mantenerme sentado tras unos movimientos que no me creía
capaz de hacer.
La sensación de montar
a caballo es totalmente indescriptible. Sobre todo si montas en el caballo más
veloz que ha recorrido Tuê, el aire te da en la cara, y en ese momento sientes
que eres libre, que puedes con todo.
Mi meta es mi hermano,
pero no sé en qué dirección se ha marchado, por lo que me dejo llevar por mi
instinto, que pocas veces me ha fallado. Con el mapa que me ha dado mi padre me
oriento en dirección a Kael y espoleo a Eolo, con un poco de suerte me
encuentro a Zorax, Kalhan, Fala y a mi hermano a mitad de camino, y así tener
tiempo para explicárselo.
***
El silencio reina en el
ambiente, desde que dejamos la Ciudad de la Bahía nadie ha dicho nada, ni
siquiera he oído que Fala y Kalhan tonteasen, o que Zorax contase alguna de sus
historias inventadas. En parte es porque la aventura que llevamos a cabo está a
punto de llegar a un punto demasiado peligroso para cuatro personas, en parte
porque el ataque a la ciudad nos ha debilitado y se ha llevado a mucha gente
importante en nuestras vidas. Pero esto no eran más que excusas, ya que el
principal motivo por el que estamos sumidos en la desesperación y en la tristeza
es porque les ha abandonado un pilar muy importante, Notham nos ha dejado,
Notham se ha quedado en la Ciudad de la Bahía, con un anciano al que no
conocía, y aunque esto solo lo sabía yo, los demás han llegado a intuir que se
ha quedado con alguien, ya que yo no he dado más explicaciones de las
necesarias a la hora de explicar de por qué nos marchamos sin mi hermano.
- Mirad, eso de ahí es
el Muro, y la población que se ve desde aquí es Kael, contemplad el gran
palacio de Arakki, hermano de Arak – dijo, rompiendo el silencio, Zorax.
- Ese es nuestro
destino, ¿no? – pregunta Fala.
- Sí – dije antes de
que Zorax o Kalhan pudiesen decir nada – Y puede ser el último sitio poblado
que veamos antes de llegar a las Cordilleras, así que si alguno se quiere quedar,
no se lo impediré, porque sé que no lo hace por abandonar al grupo, - esto lo
dije con un tono que estaba entre tristeza y odio – sino porque quiere salvarse
y formar una familia – miro a Kalhan y Fala, que me devuelven la mirada con una
sonrisa – o porque quiere dedicarse al majestuoso oficio de bardo – Zorax soltó
una carcajada.
- Seguiremos contigo,
hasta el final – me prometió Fala - ¿Verdad, chicos?
- Sí – afirmaron ambos
a la vez.
- Pues entonces no
queda otra opción que ir al palacio de Arakki y conseguir cuatro Jalahi para
poder avanzar sobre el cálido suelo de la Llanura.
- ¡Eh! ¿Ese no es
Notham? – grita Kalhan señalando al horizonte.
Me giro y miro a donde
está señalando Kalhan, y veo a un jinete montado en un caballo negro. No podía
ser mi hermano, se había quedado con el anciano. Pero a medida que se acercan,
puedo distinguir a la montura, se trata de Eolo, el caballo con el que nuestro
padre se había marchado al abandonarnos. Por lo que el jinete es, o mi padre o,
efectivamente, mi hermano.
- ¡Hermano! – grita el
jinete.
Decididamente es mi
hermano, pero nos debe una explicación, por lo que no le saludo.
- Hermano, puedo
explicártelo, pero antes debemos llegar a Kael, un grupo de cuatro Igels me
perseguía mientras venía a buscaros.
Le miro
desconfiadamente, pero hago caso de su advertencia y me monto en mi caballo,
apremiando a Kalhan, Fala y Zorax a que hicieran lo mismo, aunque nos haya
abandonado, nunca ha dejado de ser mi hermano.
Escucho el aterrador
grito de uno de los Igels, y mi caballo empieza a galopar hacia Kael, los demás
lo imitan y, en un momento, nos enzarzamos en una carrera por vivir hacia la
última ciudad de Tuê. A mitad de camino, uno de los Igels nos alcanza, y casi
alcanza de un mordisco la cabeza de Zorax, que es el que más retrasado va. En
el momento en el que los demás Igels aceleran su velocidad decido que no me
gusta huir, freno el caballo y me doy la vuelta, Zorax y Notham me imitan en
cuanto lo hago, pero Kalhan y Fala se lo piensan, no creen que sea una buena idea
enfrentarse a los Igels, aunque solo sean cuatro, son demasiado poderosos para
ellos, y sabían que no iban a servir de mucho, pero aún así paran, se colocan
detrás de nosotros y se arman con una ballesta cada uno. La situación queda
así, Kalhan y Fala detrás, intentando abatir a los Igels con sus ballestas,
Zorax y Notham más delante, matando a los Igels juntos con las espadas, y yo en
primera fila, armado con Fallows y una espada corta, intentando herir a los
Igels, al menos lo suficiente como para que no resulten una amenaza para los
demás. Los tres primeros Igels son fáciles, dentro de lo que cabe, de matar, pero
el último parece ser un Gran Igel, y según sé, solo hay cuatro en todo el
mundo, por lo que nuestros enemigos debían considerarnos peligrosos. Eso me
gustaba, si por algo destacaba Arak, era por no tener miedo a nada. Pero si un
grupo de cinco personas ha conseguido atemorizarle, es porque son un enemigo a
tener en cuenta. Y tanto que lo éramos.
- Amigos, quizá no
seamos los más numerosos, ni los más listos, pero vamos a dejar claro una cosa,
SI que somos los más peligrosos. Así que no vamos a dejar que un mísero Igel
nos mate, ¿verdad?
Los demás me miran, les
brillan los ojos, mis ánimos han conseguido lo que buscaba, la muerte de uno de
los cuatro Gran Igels. Kalhan dispara una flecha, impacta en el ala derecha,
entre Zorax y Notham, consiguen herir el ala izquierda, yo me encargo de lanzar
un gancho, atrapo su cuello, y dejo que Fala sea quien decapite al Igel.
- Grînau… - dice el Igel entre sollozos.
- ¿Qué significa Grînau? – pregunta Kalhan.
- Es el nombre del
próximo Gran Igel al que tendremos que matar – dice mi hermano, dejando clara
nuestra superioridad.
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